Hace unos meses en Londres se subastó por más de cincuenta millones de euros un Cézanne que ahora cuelga de la pared de una mansión de Marbella. Su comprador no era un entendido en arte, un estudioso de la obra del pintor francés, ni siquiera un aficionado con deseos de hacerse postimpresionista y copiar del natural los trazos de aquel paisaje de casas y bosques que tanto ansiaron esa tarde museos de medio mundo. Lo adquirió como regalo de cumpleaños de su novia, una chica mediada la veintena, de cabellos dorados y ojos muy azules, como el color del mar del norte.
No le fue difícil convencer a las agencias aseguradoras de que la tela debía de volar hasta Málaga un par de días después de hacerse con ella.Hizo fletar uno de sus aviones y confiar la obra a cuatro tipos de su cuerpo de seguridad y dos especialistas en traslado de antigüedades. Aterrizó en Málaga, y una hora y media más tarde el cuadro colgaba de la pared de la mansión, frente a la piscina y los jardines inmensos, sembrados de palmeras y jacarandas desnudas.
Luego llegó él, en otro avión, en compañía de su novia, dejando atrás la crudeza del frío invierno, la nieve incesante, esos días en los que el termómetro no consiguió subir por encima de los veinte grados bajo cero. A la fiesta de cumpleaños asistió una corte de amigos que trajeron regalos para la joven. Uno apareció con un león y un domador que comenzó a dar latigazos sobre el suelo de la mansión hasta que consiguió que la fiera se posara con docilidad ante los pies de la chica.
«Será tu nueva mascota», dijo el invitado en tono adulador. Otro apareció con un gran acuario donde coleteaban dos grandes peces oscuros, de ojos grandes y bocas amenazadoras. Aseguró ante los asistentes: «Son las dos únicas especies que quedan en el mundo de una rareza acuática que desaparecerá de la Tierra esta misma noche. En unas horas nadarán en nuestro estómago», añadió mientras señalaba al cocinero que guisó esa noche los dos escualos.
Tras la cena los invitados pasaron a un salón de baile donde un dj pinchó piezas de karaoke que cantaron todos, mientras sobre el techo se exhibían fotografías de los primeros años de la homenajeada e imágenes de la pareja en sus viajes por el mundo. Se consumió un vodka único,un novum elaborado para la ocasión y etiquetado con un grabado de la chica. Y hubo también bandejas con lonchas de cocaína de una extraordinaria calidad y cilindros de oro que los invitados guardaron como recuerdo de la fiesta.
Al día siguiente la pareja se despertó tarde. Tras el almuerzo ella bajó a la ciudad a hacer algunas compras y él permaneció una hora atento a las pantallas del ordenador, a la cotización de la bolsa de Fráncfort y a los correos enviados desde Varsovia y Nueva York. Atendió un par de llamadas procedentes de Moscú y otra más de su hija que esos días disfrutaba en compañía de su madre y su nuevo padrastro de un safari en Namibia.
Estaba hojeando la prensa internacional cuando pasó distraído las páginas de un periódico español y encontró un grueso titular informando sobre un presunto caso de corrupción cometido por un puñado de responsables públicos andaluces. Leyó con algo de dificultad la noticia y buscó entre las columnas los números por los que aquellos pobres desgraciados estaban procesados.
Al encontrar la cuantía y el reparto que de ella habían hecho no pudo reprimir una sonrisa. Pensó: 'Estos infelices podrían dar con sus huesos en la cárcel por una cantidad de dinero similar a la que mi chica se gastará esta tarde en las tiendas de Marbella'.
La obscenidad es un problema de escala, se dijo después. Se es más o menos obsceno dependiendo del número de ceros que a la derecha refleje tu cuenta corriente. Lo que para unos representa un escándalo para otros es el argumento de una mala broma. Tomó otro periódico y abrió la sección de deportes del Izvestia cuando un miembro de su servicio le interrumpió para decirle: «Hemos mandado el coche para recoger a la señora. Nos avisó de que venía cargada de bolsas y paquetes».
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/17/andalucia_malaga/1329467705.html

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